martes, 30 de septiembre de 2014

JUANA BIGNOZZI / Cecilia Aguado


JUANA BIGNOZZI




Sutherland
Retrato destruido de Churchill


vuelva a la vida
y pinte a una muchacha del 60 en la vejez
no soy Somerset Maughan mi cara y mi vida no tienen
tantos pliegues
ni he vivido en el filo de los límites
mi cara es la de una generación que ya es historia
pero puedo decirle como es su mirada y su vestuario en
la calle Corrientes
no se engañe con La Paz yo iba al Politeama con novios
impresentables
no tengo el rostro de las excedidas sino el de aquella
muchacha que colmada de alcohol volvía cada noche
a dormir a casa de sus padres
por los pliegues del retrato de Maughan sé que a usted le
gusta la visión normal
y me retrataría con un fondo turbio de cafés y trolebuses
y calles vacías de un barrio de inmigrantes
en esa casa nunca romperían su cuadro como hizo Missis
Churchill con el de su marido
porque en esa imagen devastada
él vería a la muchacha que no conoció
y con la que vive hace más de treinta años
me gustaría que diese vida a esa muchacha de izquierda del 60
Missis Churchill tenía prepotencia
nosotros la soberbia de la memoria




Castigo de los pecadores en la Annunziata

qué pecadores Andrea qué pecadores
sólo unos monjes señalando
sí el dedo que apunta que señala suele ser terrible
pero sólo es eso
para un pecador que enfrentó la condena
es casi una gracia
ellos se van al viento a las hojas caídas
el lejano camino de los expulsados
ustedes ¿adónde?
todavía en su vida los colores son muy suaves
pero están solos en la ventolera como ellos
que para colmo no tienen castigo
y atrás alguien sigue arando




De Kooning
Mujeres


usted se fue a una de las pocas metrópolis del mundo
pero la sombra del alma calvinista
aun en medio de la fiesta de la carne y del color
lo mantuvo estricto y excedido
un pincel que dice no hay redención
con brutales pinceladas
y transforma a las que deberían ser dulces muchachas
en mujeres terribles y devoradoras con caballunos dientes
nos hacen apartar la mirada
pero vuelven a llamarnos para siempre
porque las pintó de rosa de naranja y salpicó verde
en ciertas partes del cuerpo
las devoradoras
terminan en una fiesta del color
donde a nadie le importa ser humillado o mordido
sino sólo participar








Obra de Cecilia Aguado