JOSÉ MANUEL VIVAS
La herida pétrea del hambre
en los niños olvidados,
en las madres sin manos,
en las esquinas de los desiertos
o en las calles por donde ayer
estuvo posada el ave feroz
de las mundanas ambiciones,
de la usura perenne de un dios
curtido en bolsa y economía insostenible.
La herida insaciable del hambre,
la muerte a gatas entre los estercoleros,
el manto de lava gris sobre los desheredados,
la soledad de los invisibles.
El mundo que no cabe en corazón alguno.
en los niños olvidados,
en las madres sin manos,
en las esquinas de los desiertos
o en las calles por donde ayer
estuvo posada el ave feroz
de las mundanas ambiciones,
de la usura perenne de un dios
curtido en bolsa y economía insostenible.
La herida insaciable del hambre,
la muerte a gatas entre los estercoleros,
el manto de lava gris sobre los desheredados,
la soledad de los invisibles.
El mundo que no cabe en corazón alguno.