LUIS LLORENTE
Y son casas vacías y vencejos
que inalterables vuelan
y azules como este canto que se extiende
y vuelve a posarse en los labios de la luz.
El verano llega, el infinito
con la forma de una mano
como nieve derretida
y su pálpito
y el vértigo de nacer en cada instante. Los ojos
aquí alerta están del tiempo. Nada
ahora, el agua; nada ni nadie
pesa más que esta alegría: hay una muerte
en todo esto, un líquido reflejo, un pulso
que se abre como voz del cauce,
del dormido río donde los pájaros dejan caer
la sombra de su cuerpo, y los labios
hacia el mar, el temblor del agua,
la dormida luna al fondo de la tarde.
.
de su libro inédito "La semilla iluminada".
Y SON CASAS VACÍAS…
Y son casas vacías y vencejos
que inalterables vuelan
y azules como este canto que se extiende
y vuelve a posarse en los labios de la luz.
El verano llega, el infinito
con la forma de una mano
como nieve derretida
y su pálpito
y el vértigo de nacer en cada instante. Los ojos
aquí alerta están del tiempo. Nada
ahora, el agua; nada ni nadie
pesa más que esta alegría: hay una muerte
en todo esto, un líquido reflejo, un pulso
que se abre como voz del cauce,
del dormido río donde los pájaros dejan caer
la sombra de su cuerpo, y los labios
hacia el mar, el temblor del agua,
la dormida luna al fondo de la tarde.
.
de su libro inédito "La semilla iluminada".